CAÑA DE PESCAR con BAMBÚ natural. 60 HORAS de delicado trabajo de MONTAJE en un taller artesanal

La pesca a mosca, una modalidad cada vez más practicada en nuestros ríos, originalmente era ejecutada con una caña de bambú.  Rafael Vigara, jóven pescador del Alto Aragón, elabora artesanalmente cañas de bambú refundido, las más codiciadas para esta variante de pesca.

Para fabricar una caña se emplean tallos de bambú de metro y medio a dos metros, que tengan un grosor de unos 5 centímetros. La subespecie de bambú que se emplea es determinante.

Es un bambú exclusivo, proveniente del sudeste de China, se llama Aunuaria Amabilis o comúnmente llamado bambú de Tonkin. Tiene unas características muy concretas de flexibilidad y dureza que lo hacen óptimo para la construcción de las cañas.

La resistencia final de la caña depende de la calidad del bambú. Las características óptimas de una caña vienen determinadas principalmente por el distanciamiento de los nudos, cuanto más distanciados están los nudos, mejor caña es, ya que los nudos es un punto débil natural de este material.

Los nudos son, además, una protuberancia molesta que el artesano minimiza limándolos uno a uno. Cuando rebaja los abultamientos del bambú puede seguir su trabajo, considerando incluso el sentido de crecimiento de la planta.

He hecho esta pequeña marca, esta flecha, que significa el sentido de crecimiento de la caña, de la caña natural, para que posteriormente, al trabajar el bambú, lo hagamos a favor de veta, no en contra veta, sino se nos astillaría.

Rafael prepara la caña para dividirla en dos, midiendo cuidadosamente el perímetro y marcando la mitad. Ahora vamos a seccionar la caña en dos mitades, para ello utilizaremos un cuchillo normal, un cuchillo convencional, un martillo y sobre todo unos guantes, más que nada para protegernos las manos porque al cortar se generan unas aristas muy cortantes que nos podrían dañar las manos.Cada una de las mitades servirá para elaborar una caña de pescar de bambú refundido.

El siguiente proceso va a ser eliminar los nudos interiores que tiene la caña. Vamos a utilizar un martillo y esta gubia que me he construido yo, de forma semicircular para romper y eliminar estos nudos interiores que tiene la caña.

Con la gubia Rafael elimina el grueso del nudo. Para afinar el rebajado emplea un formón, con el que alisa el interior de la caña bambú. La mitad del tronco de bambú hay que dividirla longitudinalmente en tres partes que el artesano mide con cuidado, estableciendo las marcas que le guiarán.

Con la caña asentada sobre un simple palo, Rafael comienza a partirla utilizando afiladas cuchillas y un martillo. Una vez abiertas las muescas, se raja la caña deslizando otra cuchilla entre las hendiduras. Ya hemos obtenido las tres partes, cada una de las cuales, las dividiremos a la vez en cuatro partes, así obtendremos doce tiras.

Las cañas de bambú permiten pescar incluso bajo la influencia de tormenta eléctrica, a diferencia de las cañas de carbono y fibra óptica, que son atractoras potenciales de los rayos. 

Estas tiras que obtenemos suelen medir unos 4 o 5 mm de diámetro. Las más estrechitas las utilizaremos para la sección de la punta de la caña, la más estrecha, y las más gruesas las utilizaremos para la sección del talón, la parte más ancha de la caña. Con las doce vetas obtenidas Rafael elaborará los dos tramos que necesita la caña de pescar, empleando seis para cada uno.

Bueno, ahora tenemos aquí presentados las seis tiras. Como veis, he marcado con un lápiz los nudos, para que se pueda apreciar con más claridad.  

Lo que vamos a hacer es alternar los nudos, de forma que entre dos varillas adyacentes no coincidan estos nudos, ya que es una parte débil de la caña.

Ahora nos disponemos a cortarlos. En este caso hemos elegido una caña de ocho pies y medio de dos tramos, con lo cual, medio tramo medirá cuatro pies y medio, que corresponden a unos 130 cm, pero le daremos un poco más de margen.

Con una cinta de carrocero pegamos ambas medidas y ya podemos cortar. Utilizando una sierra de metal se consigue un corte limpio en todas las varillas.

Lo que vamos a hacer ahora es, numerar, marcar con un lápiz o rotulador en este caso, marcar la numeración de las varillas. Rafael endereza los nudos de las tiras aplicando calor con una pistola termodecapante. Las varillas se tornan maleables y la presión del tornillo las alisa mientras se enfrían.

El artesano dará forma triangular a las varillas cepillándolas en dos hormas. En estas hormas, una de madera y otra de acero. Básicamente son dos cuadradillos, tanto la de acero como la de madera, que en su interior hemos hecho un surco de 60 grados, que es lo que dará finalmente la forma a las varillas.

En la horma de madera se produce el primer desbastado del bambú. Vamos cepillando, únicamente por dos lados, concretamente los dos lados laterales, y no por la parte exterior de la caña, que es donde están las fibras más flexibles.

Cuando las varillas de bambú han comenzado a adquirir la forma triangular se pasan a cepillar en la horma de acero. En esta horma vamos a establecer la conicidad o el ahusamiento de la caña que queremos realizar. Según las tablas que tengo aquí enfrente, vamos a copiar las diferentes medidas de profundidad con este calibre y entonces estableceremos una conicidad concreta de la caña.

Rafael ha preparado la horma para fabricar una caña de acción de punta. Según el tipo de conicidad se pueden fabricar tres tipos de cañas. Una de acción de punta, típica de los americanos, otra de acción media, 
típica de los franceses y un poquito más lenta de funcionamiento, y otra, de acción parabólica, que les gusta principalmente a los británicos, noruegos, en definitiva a los países del norte de Europa.

El artesano se asegura de que las varillas cepilladas tengan las medidas correctas antes de proceder al atado de las seis varillas. Las ponemos en orden, esto es muy importante.

Estas cañas constan de 6 triángulos equiláteros, en la sección, que juntando los seis forman una sección hexagonal, para que lo entendáis, similar a la de un bolígrafo tipo bic. Las varillas se sujetan con cinta adhesiva para poder enrollarlas y darles la forma definitiva.

Las enrollamos, y se conservan. Y ya con un hilo comenzamos a atarlas.Para asegurar la unión de las cañas Rafael enrolla el hilo en espiral, dándole dos vueltas. Hemos llegado al final, lo fijamos con esta cinta, y ya tenemos la parte de la punta de la caña. La hacemos girar sobre si misma en una superficie plana para ponerla recta y para que se neutralicen los esfuerzos y las tensiones de las 6 varillas, y ya la tenemos terminada.

La ligadura de las cañas también puede realizarse con una máquina de atar del tipo Garrison. Un mecanismo simple aunque ingenioso que sustituye el trabajo manual. El enrollado con el hilo hará que se enderecen las tiras en el tratamiento de curado con calor.  

Rafael cuelga las varillas en el interior de un tubo de aluminio convenientemente aislado. Con un particular sistema de calefacción alimentado por la pistola decapante el artesano elimina la humedad que el bambú tiene de forma natural, 
confiriendo así a la caña más rigidez. Las tiras permanecerán entre 10 y 15 minutos, soportando una temperatura de 180 grados. Después de aplicar el tratamiento con calor hay que soltar el hilo que unía 
las varillas para pegarlas. Esto es un pegamento epoxi, tiene dos componentes. consta de una resina y un catalizador, o un compactador. Entonces hay que mezclarlo con mucha fuerza, con mucha insistencia, durante un periodo de tiempo bastante largo, y también es muy importante que al mezclarlo la temperatura no sea inferior a 18 o 20 grados centígrados porque el secado sería defectuoso.

Rafael aplica una capa de pegamento a las tiras de bambú. Bueno, el proceso de fabricación total, desde que cortamos la cañas, las seccionamos, cepillamos, barnizamos y terminamos la caña completa me suele llevar unas 50-60 horas.

Hemos acabado de pegar o de encolar las tiras, ahora lo que vamos a hacer es quitar las gomas para proceder al enrollado y posteriormente al atado de las varillas.

Esto para el secado, para ir bien, tendrá que estar unos cuatro o cinco días a secar, suponiendo que sea en primavera o en verano, que la temperatura es la óptima para el secado. Cuando el pegamento ha secado se desenrolla el hilo que unía las varillas. Ahora con la ayuda de un cutter, la hoja de un cutter nos puede servir, y una serie de lijas de diferentes grados y una lana de acero, del doble cero, comenzamos a quitar los restos que han quedado en la superficie de la resina que hemos utilizado cuatro días atrás.

La caña debe quedar lo más lisa posible con el lijado y pulido, ya que de otra manera el barniz no formará una capa uniforme en toda la superficie. Ahora nos encontramos en la fase de barnizado por inmersión. Hemos suspendido del interior de un tubo la caña. Llenamos con barniz, dejándolo deslizar por la superficie de la caña. Este barniz, concretamente, es un barniz cuya composición es muy similar al barniz naval, al barniz que se utiliza para barnizar los barcos. También se puede utilizar barniz de poliuretano, barniz a la trementina, pero el más aconsejado es éste.

Terminamos de verter el barniz en el tubo, esperamos unos instantes para que las burbujas asciendan a la superficie y a continuación vamos ascendiendo la caña, tirando del hilo suspendido. Lo vamos realizando lo más lentamente posible 
para que se distribuya bien en toda su superficie. El secado de cada capa de barniz requiere entre 24 y 48 horas. Rafael proporciona tres baños a las cañas.

Una vez finalizado el proceso del barnizado os muestro aquí ya las dos partes de la caña, la parte del talón, la parte de la punta. Se aprecia la diferencia de grosor. Hemos puesto los conectores o los enchufes. Los enchufes son dos conectores, un macho y una hembra que tienen que casar perfectamente para que no haya juego posterior en la acción de la caña. 
En la parte de la punta irá el enchufe macho, más estrechito, y en la parte del talón irá el enchufe hembra, un poquito más ancho. La empuñadura de la caña se fabrica con corcho y para ello se han agujereado y encolado cinco corchos de aglomerado.

Aquí muestro este corcho ya encolado, ha pasado ya unos días, está perfectamente encolado y ahora vamos a darle forma en el taladro. Rafael moldea el mango de la caña haciéndolo girar con ayuda del taladro y aplicando lijas de mayor a menor grano. Después de pasar una fina lana de acero, la empuñadura se pule utilizando un trozo de cuero con piedra pómez. El artesano mide las distancias a las que debe colocar las anillas por las que discurrirá la línea. Su posición viene determinada en unas tablas calculadas en función de la longitud de la caña y se colocan provisonalmente con cinta adhesiva. Esto lleva un tiempo bastante largo, porque hay que ponerlas en el sitio exacto. Aunque parezca una tontería esto es muy importante, ya que si desviamos unos pocos centímetros la disposición de las anillas, a la hora de pescar variaría mucho la caña.

Una vez que todas las anillas ocupan su lugar, hay que sujetarlas con una goma para poder moverlas sin que se caigan. Ya las tenemos todas fijadas, como podéis observar, y ahora las podemos  mover para el alineamiento entre unas y otras.

Miramos en perspectiva la caña, vamos corrigiendo las pequeñas desviaciones. Cuando Rafael se asegura de que la alineación de las anillas es correcta, puede proceder a su fijado definitivo.

Distintos tipos de hilo sirven para fijar las anillas, pero el de seda proporciona un acabado especial. Cuando ya llegamos al final, montamos el hilo sobre una lazada. Esta lazada es para hacer el nudo final, ya para fijarla.

Para que la seda cumpla la función estética de adornar hay que enrollarla sin dejar ningún espacio por el que asome la caña. Ha pasado una hora y media de trabajo, más o menos. El aspecto de la caña ha cambiado sustancialmente, ya podéis ver el anillado. He montado también la empuñadura, para establecer la distancia de la colocación de la anilla portamoscas. Esta anillita sirve para que cuando nos desplacemos por el río, para no llevar la caña en una mano y la mosca en otra mano. Simplemente la ponemos en esta anillita y nos es más fácil trascurrir por el río. Estoy anillando con un color azul y le estoy dando un doble anillado en rojo para embellecer.

Ahora estamos fijando con pegamento la anilla de la punta. La alineamos con el resto de las anillas. Es muy importante que estén todas alineadas para minimizar la fricción cuando pase la línea a través de ellas, en la acción de pesca.

La anilla de la punta se asegura y decora como el resto. Hay que proteger el anillado de la caña cubriéndolo con un barniz que se prepara mezclando una resina y un catalizador a partes iguales. Este es un epoxi especial para el barnizado de esta fase. Es un epoxi muy fluido, de secado muy lento, autonivelante, para que se reparta por toda la superficie. El giro continuo de la caña permite una distribución uniforme de la resina.

Los detalles se realizan con un fino pincel de pelo de buey. Cogemos un mechero, lo calentamos ligeramente para eliminar las burbujas, para que exploten. Las once anillas de la caña de ocho pies y medio reciben el mismo tratamiento para sellar el anillado y proteger el hilo del roce de la “línea”. Bueno, esto parece ser que ya está terminado, hemos finalizado la segunda capa de barnizado en todas las anillas. Lo dejaremos girando así durante unas 24 horas.

Cuando el barniz seca, el artesano coloca el portacarretes junto a la empuñadura y una pequeña etiqueta con las características de la caña y su firma identificativa. La caña de bambú refundido queda así dispuesta para ser utilizada en el río. Pero también harán falta algunas moscas artificiales.

Vamos a montar una mosca, que es una imitación de un insecto. En los señuelos artificiales, en este caso las moscas, el pez cuando ataca el señuelo denota que no es real, que es artificial, vamos que le estamos engañando, e instintivamente abre la boca. Entonces antes de esta acción de abrir la boca el pez nosotros tiramos con fuerza para clavarle el anzuelo y poder cobrar la pieza. De esta manera no mutilamos a los peces, no les 
hacemos ningún daño, ya que los clavamos por lo que es la parte exterior de la boca, y entonces es muy fácil sacarle el anzuelo.

Vamos a coger ahora dos fibras de pluma de pavo real. La monto sobre un anzuelo del número 16. Fijamos las plumas, vamos hacia delante. Quitamos el sobrante de la lana, de la parte delantera. Torsionamos las dos fibras.

Empezamos a enrollarlo sobre el cuerpo. Es una mosca comodín o de conjunto, que se llama, que no imita en concreto ningún insecto. Puedo imitar tanto a grandes dípteros, incluso algún coleóptero que ha caído por accidente en  el agua.

Se suele utilizar en intensivos, da buenos resultados para trucha arcoiris, o también en los grandes calores del verano.Vamos a coger ahora el jacle de color rojo medio. La pluma de gallo, convenientemente enrollada y asegurada, simula la cabeza del insecto y proporciona flotabilidad al aparejo. Arreglamos un poco el jacle (Hacle. Rafael remata la mosca fijando y protegiendo los nudos con un poco de barniz. El cebo está preparado.

Las moscas pueden ser secas como la que acabamos de ver elaborar o ahogadas. El artesano fija en el torno un anzuelo del número 16 para montar este otro tipo de señuelo. El cuerpo es más grueso, lo que se consigue enrollando plumas 
de gallo con la seda de montaje. La mosca ahogada simula un insecto que va por el interior del agua, en diferentes fases, después de la puesta, o que no ha desplegado suficientemente las alas, no se ha convertido en un insecto propiamente dicho a partir de la larva. Con seda de montaje amarilla se imita el anillado del cuerpo de algunos insectos. Para completar la mosca ahogada Rafael fija al anzuelo plumas de gallo de León, que deben acomodarse convenientemente para engañar a los peces.

El trabajo se asegura con simples nudos cubiertos con un poco de barniz para fijarlos y se dan los últimos retoques. Distribuimos las plumas, a modo de tejadillo. Y ya la tenemos hecha.

Ha llegado el momento de probar la caña. Rafael ha elegido el ribagorzano río Isábena. En unos instantes el pescador monta los dos tramos de caña y coloca el carrete. Ahora hay que cebar el aparejo.
Vamos a poner una seca. Estamos más o menos a la hora de mediodía, podemos tener una pequeña eclosión de “fémeras”, todavía no hemos visto ninguna pero podemos tener suerte.

Le damos un poquito de silicona. Así aumentamos la flotabilidad de la mosca. La pesca a mosca se extiende con rapidez entre los pescadores que desean practicar una modalidad sin muerte y sin dañar a los peces. La habilidad y 
el ejercicio son fundamentales para ejecutar los bellos lanzamientos. El rítmico movimiento del aparejo confiere a la mosca artificial el dinamismo de un insecto.  

El pescador se mueve con soltura en el río, buscando los rincones donde las truchas pican. El laborioso trabajo realizado para transformar el bambú en la flexible caña cobra así sentido.

Video y texto del canal de Eugenio Monesma.

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